Publicado por  Bcn Gestalt el  27 de abril de 2016

Había una vez…

Un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente…

Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas, las dos, entraron al estanque.

La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún salió del agua… Pero la furia es ciega, o por lo menos, no distingue claramente la realidad, así que desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró…
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza… Y así vestida de tristeza, la furia se fue.

Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre, a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla encontró que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos, es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza.

de Cuentos para pensar, Jorge Bucay

 

Este bonito cuento del conocido escritor de enfoque Gestalt Jorge Bucay, nos habla de cómo a veces la rabia y la tristeza se confunden y ocultan mutuamente. 

Pero empecemos por el principio: la rabia y la tristeza son dos de las denominadas emociones básicas (de las que derivan todas las demás) junto con la alegría, el miedo, y en algunos enfoques psicológicos, también el amor y/o el asco.

La tristeza es una emoción que aparece ante el dolor. Es la única de las emociones básicas que permite descanso y recogimiento, frente a todas las demás que son expansivas. A pesar de su mala fama, la tristeza es necesaria para elaborar pérdidas y despedidas, cerrar etapas y gestionar el inevitable dolor que sentiremos a lo largo de nuestra vida.

La rabia se genera ante la necesidad (justificada o no) de defendernos de algo, cuando nos sentimos heridos, invadidos, frustrados o tratados injustamente. A pesar de ser una de las emociones más evitadas (aunque vivamos en una sociedad violenta), nos da fuerza y sirve para defendernos, avanzar y poner límites.

En esta actual cultura de la felicidad, donde el malestar, la frustración y el dolor han de ser evitados y reprimidos a toda costa, la tristeza y la rabia son percibidas como “negativas” y se encuentran muy censuradas a nivel social. Hoy en día TENEMOS que ser felices y por el camino hemos olvidado que la vida duele y enfada, que no todo puede ser de color rosa, que no podemos gustar a  todxs ni llevarnos bien con todo el mundo.

Como decíamos en este artículo, bien por la educación que hemos recibido, bien por miedos o creencias más o menos conscientes, nos permitimos sentir una serie de emociones y nos censuramos otras. Aunque hay algunas personas que hacen del sufrimiento o la rabia su forma de vida, en general nos educan para que expresemos lo mínimo posible nuestros sentimientos menos bonitos, cosa que nos dificulta aún más su correcta percepción y gestión.

Tenemos muchos mecanismos que se alían con las convenciones sociales y nos ayudan a escapar de estas emociones menos agradables. Algunos de ellos:

 PROYECCIÓN

Aparece cuando, ante la imposibilidad de aceptar mi propia emoción, la acabo viendo reflejada en lxs demás: “la gente es muy agresiva” o “María está enfadada conmigo” en lugar de “siento agresividad” o “estoy enfadada con María”. 
A veces también es más fácil creer que la rabia o la tristeza es algo que tú me haces sentir en lugar de aceptar que es algo que yo siento. Por ejemplo, al decir “cuando gritas me haces enfadar” en lugar de “yo siento rabia con los gritos”, estoy pasando a la otra persona la responsabilidad de lo que yo estoy sintiendo.

CREENCIAS

Son ideas que, a veces sin darnos cuenta, hemos adoptado como propias a partir de normas, conceptos y modelos familiares o sociales. Por ejemplo “las buenas personas no sienten rabia”, “enfadarse no está bien”“la rabia sólo genera más rabia”, “ser sensible es de débiles”, “los hombres no lloran” o “mostrar sentimientos es vergonzoso”. Puedes leer aquí un artículo al respecto.

EMPATÍA “EXPRÉS”

Una empatía mal entendida también puede llevarnos a eludir nuestra rabia o tristeza,  por ejemplo: Ángel ha hecho algo que ha hecho mucho daño a Marta. Como Ángel está pasando un mal momento a nivel laboral, ella se esfuerza en justificarle y no se permite estar triste ni expresarle lo mucho que le ha dolido. La razón por la cual alguien nos hiere, no tiene nada que ver con el dolor que sentimos con ello.

Otras veces nos “saltamos” la rabia hacia el otro tapándola con la tristeza que sentimos por lo “que me ha hecho“… Tenemos el derecho a expresarnos en nuestro dolor o en nuestro enfado a pesar de ser capaces de ponernos en la piel del otro y ver (que no necesariamente implica compartir) sus motivos o circunstancias. Si no atravesamos primero la rabia o la tristeza, la posterior empatía o incluso el perdón, pueden ser forzados o “falsos”.

FANTASÍAS

Se producen cuando, por miedo a sentir estas emociones, creamos una fantasía sobre lo que podría pasar: “si me enfado soy capaz de hacer cualquier cosa”, “si dejo salir mi rabia haré mucho daño “, “llorar no sirve de nada”, “si me permito estar triste entraré en una depresión”…

LO QUE EN REALIDAD NOS DAÑA ES EVITARLAS 

Aprendemos a evitarlas y a esconderlas a través de estos mecanismos con la intención de que no nos hagan daño, pero el efecto que eso produce es precisamente el contrario. Paradójicamente, es la evitación de la rabia y la tristeza lo que en realidad “nos vuelve locxs”.

Toda esa emoción contenida, tragada, hace que muchas veces se acabe convirtiendo en problemas emocionales más serios como depresiones, ansiedad, insomnio, trastornos alimentarios…

Como Bucay explica en el cuento, la tristeza de haber sido heridx puede ocultarse bajo un gran enfado. La rabia por el dolor sentido puede esconderse bajo la tristeza. Ambas, pues, muchas veces son las dos caras de una misma moneda: aparece una tapando a la otra, o se entra en una para evitar la otra. Si no me permito llorar y sentir tristeza, es posible que me “anestesie” sintiendo rabia, enfadándome con el mundo. O como enfadarme me da miedo (y perjudica mi imagen), me tragaré la rabia y la esconderé detrás de la tristeza. Es importante señalar que la mayor parte de estos mecanismos se producen a niveles inconscientes, por lo que pueden pasar completamente desapercibidos.

A fuerza de reprimirlas, con el paso del tiempo la desconexión se va haciendo cada vez mayor. Al principio las sentimos pero no las expresamos, más adelante, con el contacto cada vez más escaso, existe el riesgo de llegar casi a no darnos cuenta de cuándo están presentes. Es común que una persona tranquila diga “yo nunca me enfado”, o que una alegre manifieste que le cuesta mucho entristecerse: “Yo no soy nada emocional”, expresaba un cliente a pesar de emocionarse muy a menudo y llegar fácilmente a las lágrimas.

Es muy importante señalar la enorme diferencia que hay entre no sentir y no expresar lo que se siente. Puedo sentir rabia, por ejemplo, pero no permitirme su expresión, lo que no me convierte en “una persona que no se enfada” sino en una persona que reprime la expresión de su enfado.

La rabia y la tristeza son normales, sanas, y su expresión, necesaria. Como se desprende de la divertida película “Del revés”, de Pixar, todas las emociones son naturales e importantes para nuestro bienestar. Para superar el dolor y elaborar pérdidas tenemos que vivir nuestra tristeza, y para poner límites y defendernos, tenemos que expresar rabia. Un proceso terapéutico ofrece la posibilidad de descubrir cómo se relacionan en mí ambas emociones e ir acercándome a ellas progresivamente. Ir dándome cuenta de cómo las siento, cuál es la mejor manera de gestionarlas y los mecanismos que uso para evitarlas.

A lo mejor a partir de ahora logras contactar mejor con tu rabia cuando estás triste, o con tu tristeza cuando estás enfadadx. A lo mejor logras ver una persona triste bajo su habitual enfado, o a una persona muy enfadada bajo una gran tristeza.

 

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